Parejas en tratamiento de fertilidad

Iniciado por Nakuru

No me pidas que me relaje. No me digas que cuanto menos lo piense, antes llegará. No me cuentes que tienes una amiga que cuando tiró la toalla, lo consiguió. Y menos aún, no me digas todo eso mientras empujas el carrito de tu bebé.

Cuando la gente me dice esas cosas, siempre les pongo el mismo ejemplo. Imagínate que ponemos en una caja un montón de canicas rojas, y una blanca, y te digo que vayas sacando de una en una, a ver cuándo sale la blanca. Una canica roja. Otra canica roja. Otra canica roja. Otra canica roja. Otra canica roja. Otra canica roja. En este momento es cuando la gente me mira con cara de “vale, vale, lo he entendido, cállate ya y deja de contar canicas rojas”. Pues sólo llevo 6 canicas rojas y ya estás cansado de escucharme. Imagínate que entre canica roja y canica roja, en vez de haber pasado 3 segundos, han pasado 30 días. ¿Crees que no te pondrás nervioso la próxima vez que saques una canica deseando que sea la blanca?”. ¿A partir de qué canica roja estoy en mi derecho de ponerme nerviosa?. ¿Crees que porque yo te diga que no lo pienses, vas a dejar de pensar en cuándo saldrá la canica blanca?.

Pero no es fácil dejar de pensar en la canica blanca. A diario te encuentras con personas que te preguntan que para cuándo tu canica blanca (en ese momento me entran ganas de tirarles un cubo entero de canicas por la cabeza). Si pones la tele, aparecerán series, películas, anuncios, famosos, todos ellos ellos relacionados con la canica blanca, que te harán imposible olvidarte del tema. Si sales a la calle, más de lo mismo, mamás felices por todos lados.

Además, nada garantiza que el hecho de que yo deje de pensar en la “canica blanca” ayudará a que salga antes. Puede ser que sí, y puede ser que no. El único motivo por el que debo dejar de pensar en ello es porque así seré más feliz. Ciertamente, cuanto menos angustiada estés por esa canica, más agusto estaré conmigo misma.

Después de tanto tiempo buscando mi canica, la definitiva, la que se quede conmigo y que no se me caiga de las manos a los pocos segundos de haberla cogido, he aprendido una cosa. Nuestra cabecita no puede dejar de trabajar (por lo menos, la mía), y está toooodo el día, y muchos ratos de la noche, maquinando. Lo siento, soy así, maquino continuamente y no sé dejar de pensar. Y lo único que puedo hacer, es controlar esos pensamientos. Ilusionarme con nuevos proyectos, con otras aspiraciones. Está claro, alcanzar ninguno de estos proyectos será comparable con el de quedarme para siempre con mi canica blanca, pero esas ilusiones mantendrán mi mente ocupada y entretenida. Cuanto más lea, más pelis vea, a más amigos vea, más viaje, más música escuche, más deporte haga, más cocine, más salga y entre, más de todo, menos tiempo dedicaré a pensar en mi canica blanca.
Así dicho, parece algo muy obvio, de perogrullo, pero continuamente tengo que estar esforzándome en aplicarlo. Si me relajo y dejo a mi cabecita campar a sus anchas, automáticamente, vuelve a pensar en la canica blanca, en cuándo llegará.

Tú eres la que decide cuándo empezar a ponerte nerviosa porque no sale la canica blanca (nadie puede imponerte si es demasiado pronto para que te agobies). Pero también tú eres la que decide cuántos de tus pensamientos van a estar orientados en esa dirección. Porque el día que llegue esa canica y se quede contigo, no querré decirle que perdí todos esos años de mi vida pensando sólo en su llegada. Querré contarle todo lo que aprendí ese tiempo, las experiencias que viví, los lugares que conocí y la gente con la que me reí. Porque la vida no me espera, ella sigue a su rollo, y vida que no viva, vida que me pierdo.

No me pidas que me relaje. No me digas que cuanto menos lo piense, antes llegará. Dime “haz cosas que te gusten, y la espera hasta ese día, que llegará, se te hará más corta y feliz”.